Revista Mujeres, La Habana/Servicios Google
Por: Antonio López Sánchez
Llega marzo nuevamente y con el nombre del mes, casi a flor de labios, emerge también una imagen femenina. Al conjuro del octavo día del tercer mes celebramos el Día Internacional de la Mujer. Y aunque el festejo todavía se asocia desde algunos como llenar el día de borbotones de pétalos olorosos y lisonjas, no es ese el modo completo de prodigarles a las mujeres nuestros mejores amores.
Por supuesto que nada más lejos de estas líneas que el trasnochado extremismo de evitar la celebración y el elogio a la belleza y a la ternura femenina o el colorido de fiesta en olores y hermosuras de un ramo florido. Pero sería un afán tan ignorante como vano el sólo detenerse ante una mirada, una piel o un gesto y convertirlo en el centro, en el fruto a la vista, en la más importante joya a resaltar para el festejo de la gracia femenina, aunque medien toneladas de jardines.
Ignorante y vano digo, porque detenerse tan sólo en los dones de la frescura o en virtudes asignadas, asociadas casi sin remedio a la mujer, como la dulzura o la suavidad reconfortante (para los hombres sobre todo), sería menospreciar valores otros, oros más legítimos y mejores, que más allá de la simple vista fructifican en el sitio de lo verdaderamente imperecedero. No sería completa, ni justa, ni digna, una felicitación y un beso a las mujeres, sino llevaran también el reconocimiento a sus sudores, a sus ideas de nueva maravilla, al paso que va también en desafío y acción en compañera marcha, o incluso, a ese sendero que va adelantado y proponiendo huellas a seguir.
Y por otro lado, trasladar jardines en regalo, una sola vez al año haciendo árido al resto, tampoco alcanza a ser el premio merecido por ellas en su fecha. Si esas flores de un día no se riegan a diario con la lucidez, y la obligación, de compartir la senda en todo lo posible; si esas flores de hoy no traen también la persistencia de fundar desde todos los detalles y de llevar entre dos el sabor de las felicidades, y hasta las amarguras, de cada hojita del calendario, entonces serán colores marchitos, sin luz; serán tan sólo pasajeros artificios.
Una página para ellas desde un ocho de marzo es tarea ardua. Para las mujeres, y más para las cubanas nuestras de cada día, no se ha inventado aún adjetivo justo que las atrape, ni color que enteramente las dibuje, ni poema capaz de sobrevolarles todas las almas y costas. No obstante, a sabiendas de no lograr jamás el retrato de sus genuinas estaturas podría intentarse el reto de atraparlas en un trazo escrito.
Más que en adjetivos o sustantivos, puede dejarse rodar el primer pincelazo para un intento de óleo, en los verbos diarios detrás del amor, de la inteligencia, del trabajo que todas ellas prodigan a su paso; detrás del pedazo de vida que brindan para todos desde la enseñanza, desde curar almas o carnes; desde la vigilia de una bala o del papel en blanco que desde su idea será luego fábrica o circuito o novela. Incluso puede andar por allá, en los cerros o selvas de otros cielos, para hacer mejores a otros en otros sitios del mundo. Y después dígase entonces de su infaltable hermosura, pues qué mujer no lo es, pero que llevará ahora ropajes mejores y más hondos y válidos que los perecederos afeites o las purezas fatuas de la carne joven.
Sobre colores, gastaríamos siglos y sueños de arcoiris para el hallar el tono exacto de sus haceres. Y la poesía, mujer ella misma, ha gastado ya cofres enteros de páginas y azares sin que todavía la palabra mujer sea más verso y más nobleza que cualquiera de sus retratos reales en alma y vida. Por eso, en este nuevo ocho de marzo, sabiéndola ahí, tangible a la distancia de un amor o de un intento por mejorar cualquier pedazo de existencia, juntemos desde ahora todas las estrofas posibles de estar a pie firme a su lado en lo diario; para apreciarla hermosa, pero también profunda y segura; tierna, pero jamás débil; inteligente y dedicada; encendida pasión y logro: Capaz de ser en mayúsculas cada vez más.
Abramos entonces los pétalos de todos los colores y versos posibles con nuestra mano tendida a todas ellas sin importar la hojita de turno en el calendario. Para que el beso de felicitarlas, de quererlas y acompañarlas, comience desde hoy. Y que dure vivo por todos los ochos de marzo venideros.
sábado, marzo 08, 2008
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