Por Ana Pereyra -CDP-NY-
Mía o de Nadie…Si me dejas te mato…no son estribillos de una canción, ni estoy escribiendo un poema de desamor, ni nada por el estilo, simplemente estoy reproduciendo la reacción de un hombre, cuando su compañera sentimental le informa que se separarán, porque se cansó de ser vejada, maltratada, pisoteada, humillada, ultrajada, desconsiderada y considerada como un mueble mas de la casa.
Ellos si pueden a su antojo tomar, parrandear y dejar a la mujer cuando quieran, la palabra infidelidad parece haber sido creada tan sólo para ellas, no para ellos, pues él es el macho, al que todo hay que soportarle, pero hay de la “infeliz”, si harta de maltratos decide apartarse de su verdugo.
Karla apenas tenia 16 anos cuando conoció al que creía “el amor de su vida”. Desde siempre fue pisoteada, y cuando verbalmente la maltrataba, creía consideraba aquello como algo normal, que su marido fuera “mandón” después de todo es el hombre de la casa; en base a esta creencia fue educada.
El tiempo, único testigo de su desgracia, fue pasando, y su infidelidad iba en aumento, Karla nunca buscó ayuda, un día entre sollozos y hastiada de la situación, lo amenazo con abandonarlo, ahí mismo escribió y firmó su sentencia de muerte.
La historia de Karla es una mas de las tantas que se conocen a diario suceden, su muerte se agrega a la larga lista de mujeres asesinadas por sus esposos; según las estadísticas de que se dispone, una mujer es atacada por su “hombre” cada 15 segundos.
Las cifras de violencia en Estados Unidos son sumamente alarmantes, donde una fémina es ultrajada cada 6 minutos, más del 50% de la mujer es golpeada alguna vez en su vida y un tercio es agredida repetida veces cada ano, de acuerdo a esos datos.
Los números son preocupantes, y aunque existen agencias que ayudan a las victimas, muchas veces dichas ayudas llegan muy tarde, cuando definitivamente ya no hay nada qué hacer, pues la muerte se adelanta y viene primero.
Generalmente la violencia física empieza en las relaciones pre-matrimoniales, con un porcentaje del 20 al 35 por ciento, de los que un 30 por ciento de las victima de homicidios, se produce a mano de sus esposos, amantes o novios.
Los informes policíacos indican que el 95% de los ataques domésticos, provienen de hombres que han golpeado en algún momento a su pareja, 9 de cada 10 mujeres asesinadas mueren de mano de su compañero y 4 de cada 5 asesinatos ocurre en el hogar.
Condiciones sociales y pasionales influyen en el comportamiento tanto del hombre abusador, como de la mujer maltratada, debido a que uno de cada 4 hombres y una de cada 6 mujeres, consideran que el varón tiene derecho a golpear a su esposa, como cultura inculcada desde el seno del hogar.
La autoestima de la mujer juega un papel importante, ella cree que parte del maltrato lo merece, por lo tanto, “aguanta” resignada su destino, ignora que existen agencias gubernamentales e instituciones que la pueden proteger y orientar.
En ocasiones por temor o por vergüenza, no acuden por las ayudas, siempre, “piensan” que todo puede cambiar en transcurso del tiempo, que su “macho” dejara de golpearla y vejarla.
“Cuando yo pido ayuda” fue un volante publicado hace ya un tiempo por las oficinas de Evangelización Pastoral Universitaria, y Enriquecimiento Familiar de la Archidiócesis de Miami, donde ofrecen ayuda y las estadísticas suministradas son preocupantes.
Las ayudas existen, sólo hay que buscarlas, se deben tocar puertas, hablar y enfrentar el problema. La mujer debe concienciarse, debe estar segura del papel que tiene en la sociedad; no es verdad que nació para ser maltratada ni humillada, como le han vendido la idea, para liberarse tiene que acabar con esa falsa creencia.
Tiene todo el derecho de terminar una relación cuando lo considere necesaria, sin el temor de que puede morir si decide “romper por lo más sano”, una relación enfermiza, llena de humillaciones y vejaciones.
La mujer no puede seguir agregando nombres a la lista de féminas asesinas por sus verdugos. Basta ya de casos como el de Karla, María, Gladys, Rosa, Emilia, y otras y otras y otras tantas.
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