sábado, diciembre 15, 2007

El Martirio de Hypatia (o la muerte del mundo clásico) (1)

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por Mangasar Magurditch Mangasarian
Un discurso dado ante la Sociedad Religiosa Independiente en el Teatro “Majestic” de Chicago


Nuestro tema hoy nos lleva a la ciudad de Alejandría, uno de los centros intelectuales más grande en los días en que Atenas y Roma todavía gobernaban el mundo. La capital de Egipto recibió su nombre en homenaje al hombre que concibió y ejecutó su diseño -- Alejandro Magno. Bajo, una casta de los Reyes Griegos, Tolomeo, Alejandría pronto se soltó en eminencia, y, acumulando cultura y abundancia, se convirtió en la metrópoli más importante y con un gran alcance al Oriente. Sirviendo como acceso de Europa, atrajo el comercio lucrativo de la India y de Arabia. Sus mercados fueron enriquecidos con magníficas sedas y telas de los bazares del Oriente. La abundancia trajo ocio, y alternadamente, artes. Se convirtió en hogar de una maravillosa biblioteca y de escuelas de filosofía, representando todas las corrientes del pensamiento, hasta las más delicadas. Contemporáneamente era creencia general que la ciudad de Atenas había caído sobre los hombros de Alejandría.

Pero había una masa oriental obstinada y supersticiosa en la ciudad que no se mezclaría con los extranjeros, es decir, con los Griegos y los Romanos. Este antagonismo entre egipcios y los hijos de Grecia y Roma, quienes eran Alejandrinos solamente por adopción, era con frecuencia ocasión de revueltas callejeras, para alborotos en la calle, peleas, masacres y guerras civiles.

Sobre el año 400 A.D., Alejandría, que hoy por hoy es una ciudad musulmana de tercera, gozó de una población de 600.000 habitantes. La ciudad propiamente dicha ocupaba una circunferencia de quince millas. Gozó de la distinción de estar absolutamente libre de la maldición de la pobreza. Ningún mendigo se podía ver deambulando por sus calles. Nadie era ocioso, y el trabajo era remunerado mediante buenos salarios. Tal era la demanda de trabajadores que incluso el paralítico encontraba una ocupación conveniente. El Alejandrino sabía sobre la fabricación del papiro, una clase de papel vegetal usada extensivamente por los autores, y sabían soplar el cristal y tejer el lino.

Aparte de su magnífica biblioteca, cuyas estanterías sostenían algo más precioso que el mismo oro, quizás el edificio más estupendo de la ciudad era el Templo de Serapis. Se dice que los constructores del famoso Templo de Eddessa se jactaban de haber creado algo que las generaciones futuras compararían con el Templo de Serapis en Alejandría. Esto debería darnos una idea de lo vasto y bello que era el Serapis Alejandrino, y de la alta estima en la cual era considerado. Historiadores y expertos afirman que era uno de los monumentos más magníficos de la Civilización Pagana, comparable con el Templo de Júpiter en Roma, y el Partenón en Atenas, sin lugar a duda una de las gemas más bellas lucidas por la tierra en esta zona.

Templo de Serapis fue construido sobre una colina artificial, que se llegaba mediante cien escalones. No era un solo edificio, sino un extenso conjunto de edificios, todos agrupados alrededor de un edifico de vastas dimensiones, elevado sobre pilares de enorme magnitud y exquisitas proporciones. Algunos críticos han sugerido la idea que los constructores de ésta obra maestra se propusieron hacer una estructura compuesta, combinando los más diversos elementos del arte Egipcio y Griego a un todo armonioso. El Templo de Serapis fue considerado por los antiguos como símbolo de reconciliación entre los arquitectos de las pirámides y de los del Acrópolis Ateniense. Representó en sus mentes la combinación del masivo arte Egipcio con la gracia y el afecto Helénico.

Pero la atracción más grande de éste Templo era el Dios Serapis mismo, dentro de la valiosa construcción. Es difícil formarse una idea de sus enormes proporciones. Él llenó con su presencia el Templo. Él estiró sus brazos y sostuvo las dos paredes, una sobre su derecha y otra sobre su izquierda. El artista había concebido, también, la idea de hacer el cuerpo del Dios tan abrazante como sus brazos. Él fundió todos los metales conocidos del aquel entonces --oro, plata, cobre, hierro, estaño, plomo-- para crear una sustancia que representara a un Dios. Él decoro ésta variada composición multi férrea con las gemas más raras-- las piedras más costosas que el mundo ofrecía. Él pulió todas sus partes hasta que la estatua colosal brilló como un zafiro enorme. Sus exquisitos tintes y sombras, se dicen, pudo haber provocado los celos de los cielos azules. Como corona el Dios vistió en su cabeza el símbolo de las abundantes cosechas. A su lado, parado un animal de tres cabezas con partes de león, lobo y perro. El león fue usado para representar el presente; el lobo simbolizó el pasado –el devorado pasado; mientras que el perro, el animal amigo, significaba para el futuro. Enroscada alrededor del cuerpo del Dios había una gran serpiente, que, después de sus muchas vueltas, reclinaba su cabeza en la mano del Dios. La sinuosa serpiente significaba el tiempo, cuyo misterioso lugar de nacimiento esta todavía por ser descubierto.

Serapis, cuya estatua adornó el Templo, era el Dios más popular del Oriente. Lo creyeron ser la fuente del Río Nilo, cuyo su pecho él hinchó hasta verter su abundancia sobre el suelo circundante. Mientras que su ojo siguiera abierto, el sol brillaría, la tierra produciría, y las mujeres darían a luz; Pero si él cerrara su ojo, la vida se convertiría en una hoja amarillenta y seca. Pero Serapis era extranjero en Egipto. Él no era un africano de nacimiento, sino que fue importado de Sinope, en Euxine. Cuando él hizo su primera aparición en el Nilo, la gente – los Alejandrinos especialmente, -- se levantaron y protestaron vehementemente contra la introducción de una deidad extranjera. ¿No tenían ellos a Osiris, el gran Dios de sus antepasados, e Isis, su consorte -- la mujer divina con su hijo, Horus, sentándose sobre sus rodillas? ¿Por qué, debe ser admitido un Dios extraño al trono o lecho de Osiris y de Isis? ¿No tenían ellos su propia trinidad, Osiris, Isis, y Horus -- Padre, Madre, e Hijo-- la mejor trinidad jamás concebida? Pero Tolomeo era Rey, y su voluntad prevaleció. Él dijo que Osiris, en un sueño, le ordenó aceptar a Serapis como nuevo y bien querido dios, y que él no deseaba hacer nada en contra de su sueño.

En todo esto podemos ver la similitud con la historia de Jesús, y cómo sus amigos obligaron a al solitario Jehová a aceptarlo como su hijo y de esa forma tuvo que compartir parte de sus divinos honores. Sabemos que la gente se opuso a Jesús al principio, exactamente igual que los Alejandrinos hicieron con Serapis, pero finalmente entre suelos y milagros Jesús, el nuevo Dios, creció para ser más popular que el Dios antiguo, su Padre

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