viernes, diciembre 07, 2007

Raíces de un gran árbol/Mujeres en la Historia (3)

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COMO LAS RAÍCES DE UN GRAN ÁRBOL


También entre las mujeres hubo muy pocas que se quejaron por todo ello. Muchas temieron, algunas se defendieron. La mayoría se resignaron e incluso, consciente o inconscientemente, interiorizaron su situación y se paralizaron pensando, como la napolitana Ceccarella (siglo XVI) que «al ingenio de la mujer no le es posible volar tan alto». Lorenzo DE GIUSTINIANI (siglo XVI) parece que estaba tan compenetrado con estos sentimientos de inferioridad y casi culpabilidad que sentían las mujeres, y se hacia tan bien cargo de ello, que contó el estupor de la Virgen María cuando, al entrar en el Cielo y ser recibida con todos los honores por el mismo Cristo, exclamó asombrada: «¡Esto excede a la dignidad del sexo femenino!».

Algunas sí reaccionaron y su protesta ya viene de antiguo. ARISTOFANES recogió en Las TESMOSFORIAS una queja que circulaba por Grecia: «que las mujeres estamos tan enfadadas contra Euripides, porque ha dicho cosas malas contra nosotras»... De tal forma que hasta el propio interesado temió por ello: «Las mujeres van a poner fin a mi vida hoy en Las Tesmosforias porque hablo mal de ellas». Escribió otras dos obras más con este tema y recogiendo reproches de ese estilo. Pero la cosa, aunque demuestra una situación contenida, no fue más allá de la risa y el teatro...

Según los Evangelios Apócrifos, algo debió detectar María Magdalena, lloro y se quejó, «porque Pedro odia a las mujeres». Cristina DE PISAN (siglos XlV-XV) representa un puntal en el tema; tuvo una pluma excelente y se fijó en la educación como punto nuclear del cambio. María DE GOURNAY (XVI-XVII) escribió, ya entonces, sobre la «Igualdad de Hombres y Mujeres». Ana María VAN SCHURMAN (XWII) se proclamaba abiertamente feminista. Madame NECI y su hija Germana DE STAEL (XVIII) fundaron una cadena de periódicos para extender las ideas de un feminismo muy incipiente. Si, existen casos, pero en realidad fueron pocas, o conocemos muy pocas, las que se atrevieron, como lo hiciera Sor Juana Inés DE LA CRUZ (siglo XVII) a reivindicar, para si misma y como mujer, su vocación intelectual, literaria y teológica.

Menos aún las que intentaron alertar y concienciar a sus colegas: «¡Ah, flaqueza femenil de las mujeres --clamará la escritora María ZAYAS (siglo XVII)--, acobardadas desde la infancia!»... Y apunta a las causas y razones de esta situación, que estaba, claro está» en la educación --más bien amaestramiento-- que se les ha dispensado en casi todas las épocas y lugares.

Pero si rebuscamos en la Historia, sí nos encontramos con movimientos más colectivos y alternativos. Reinas, nobles, intelectuales y muy especialmente, abadesas medievales han jugado papeles muy importantes y lúcidos. Lástima que no podamos ahora adentrarnos en sus vidas y obras.

Siempre ha habido beguinatos, salones, conventos, palacios.., e incluso cabañas campesinas abiertos al cambio; auténticos «cenáculos» de mujeres, revolucionarios en estilos de vida, ideas u obras e incluso en movimientos sociales, políticos, religiosos o de cualquier índole. Las hubo también tenidas por brujas y quemadas como herejes, a menudo sin causa. ¡Es una pena que ahora no sea el momento de adentramos en vidas y obras!

Los reiterados intentos eclesiásticos de poner, mejor imponer, la clausura en los monasterios femeninos, y la tenaz oposición de las monjas, nos muestran a mujeres valientes e inconformistas por una situación que consideraban injusta porque se «encaramaba» sobre su vida y reglas.

Violante de Moncada (siglo xv), Giovana de Parma (siglo xv), Constanza de Praguera (xv), Ana de Boch (siglo xvI), Jerónima Olivan (XVl), Yolanda de Palau (XVI) y otras tantísimas, protagonizaron historias increíbles y nos muestran rostros concretos de lo que fue una auténtica sublevación colectiva. Pero, ¡en vano!, se decidió por ellas, se legisló para ellas; algunas sufrieron duros reproches, castigos y humillaciones y a todas les fue impuesto «el siempre temido y rechazado encerramiento». Luego se ocultó historia y monjas.

Sakina, Aicha (siglo VII) y otras mujeres musulmanas se enfrentaron a cadíes e imanes, durante el primer siglo islámico, porque se negaban a adoptar algunas leyes concernientes a la obligatoriedad del velo, la reclusión, la poligamia, la obediencia ciega al esposo .... tuvieron una entereza admirable. Al parecer hoy sólo una pocas feministas, y con muchas dificultades y adversidades, se apoyan en su recuerdo.

Las mujeres vasco-francesas, como otras, protestaron en 1789 porque no fueron convocadas a los Estados Generales. Bajo el título «Las dolencias del sexo de San Juan de Luz y de Cibur al Rey», exponen lo que supone de empobrecimiento e injusticia, que se prescinda de la mitad de la población francesa. No consiguieron nada, sólo disgustos, pero hoy valoramos su esfuerzo.

Margarita DE NAVARRA (siglo XVI) ironizó a BOCACCIO y escribió el Heptamerón. La duquesa de Newcastle (siglo XVII) pidió que «las mujeres fueran tan libres, dichosas y célebres como los hombres»... (55. Mary WARD (siglo XVII) tampoco estaba de acuerdo con respecto a la vida y actividades religiosas de unos y otras: «No hay diferencia entre el hombre y la mujer que impida a las mujeres hacer grandes cosas... Pues, ¿qué opináis de esta expresión, "no son más que mujeres"? Como si en todo fuéramos inferiores a otra criatura que supongo debe ser el hombre». Santa Teresa y Santa Teresita se lo dijeron al Señor en privado, pero su queja aparece publicada en sus obras, y nos alegra...

En fin, hace falta rebuscar más en la Historia más antigua. De todas formas poco a poco» ya se va excavando y encontrando pilares de resistencia y sufrimiento. Son como faros que alumbran, desde lejos, el camino hacia adelante. Son como madres que dejaron escrito, con su vida, un testamento; ahora, con las demás mujeres, queremos leerlo, comprenderlo y ponerlo en marcha.

Olimpia de Gouges, en 1791, fue guillotinada, según la prensa, porque quiso «ser hombre de Estado y, al parecer, la ley ha castigado a esa conspiradora por haber olvidado las virtudes que convienen a su sexo»... O como opinaba el procurador Chaumette: «este olvido de las virtudes de su sexo la ha llevado al cadalso».

No cabe duda de que esta fecha es un hito. El siglo XIX será ya testigo de un feminismo incipiente, pero más extendido y organizado. Un feminismo absolutamente también incomprendido, ironizado y desacreditado por el «orden establecido» de uno y otro sexo.

Así llenaron de sufrimiento a aquéllas mujeres idealistas. Este movimiento supuso y fue fruto, sin duda, de un crecimiento en la conciencia colectiva de la Humanidad; conciencia trabada con la lucha obrera, los movimientos de liberación y de emancipación mundiales, con los incipientes movimientos minoritarios pacifistas --a veces de iniciativa puramente femenina--, los antirracistas; los movimientos unidos a los vuelcos políticos, democráticos, sociales... a los Derechos Humanos.

El feminismo está lleno de nombres y rostros concretos. Todos ellos, con los que les precedieron forman una larga cadena, una historia de dolor y aguante; un germen a la intemperie. Como la arena sobre la que se formará pacientemente la perla. Como el río que fluye con nostalgia, arrastrando recuerdos y agua siempre fresca y nueva. Como las raíces de un gran árbol que ellas nunca vieran, pero que apunta ya hacia el futuro...

Continuará...
EN LA GRAN EXCAVACIÓN COLECTIVA
Casi sin darnos cuenta, Con amor y con dolor, nos hemos adentrado y, de alguna forma, participado en esa excavación colectiva de la Historia, de la que hablábamos al comienzo. A la sombra del gran árbol, quería-dos contemplarlas por un instante e intentar reconocerlas tras sus camuflados disfraces y parapetos. Sentimos necesidad de conocer y re-conocer nuestro pasado, de saludar y entender a las que nos precedieron, de dialogar con ellas y de recuperar nuestra historia. La acogemos como una parte de nosotras mismas que nos antecede y nos pertenece...

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